El misterio del tamaño de la luna

Autor: Colaboración
On 11 octubre, 2021

El misterio del tamaño de la luna es algo que siempre despertó mi curiosidad.

Quisiera empezar con una parábola judía sobre la luna que se hace pequeña.

La cuenta Emmanuel Levinas, en su libro “En la hora de las naciones”.

Se trata de un diálogo entre Dios y la luna.

En el origen  del diálogo está la aparente contradicción encontrada en Génesis 1,16.

Por una parte, se anuncia “la creación de dos grandes luminarias”, e inmediatamente después se habla de “la gran luminaria” y “la pequeña luminaria”, como si de pronto una de las dos grandes luminarias se hubiese hecho pequeña.

La parábola cuenta que, cuando había “dos grandes luminarias”, la luna hizo notar al Creador que no era posible que dos reyes llevasen la misma corona.

La luna no quería compartir su grandeza y, por eso, afirmaba la necesidad de un “orden jerárquico”.

Grande sólo puede haber uno.

La grandeza no se comparte, pues compartir la grandeza es la guerra.

Entonces, Dios le dijo: “ve, pues, y hazte más pequeña”.

El justo castigo a la pretensión de la luna fue hacerse más pequeña.

Naturalmente la luna protestó: “acabo de exponer una idea sensata; eso no es razón para hacerme pequeña”.

Reflexión.

Hay escritores que escriben para entretener al personal.

Yo soy muy soso y no sabría hacerlo, aunque estuve tentado a escribir algo sobre la burra de Balaán y la serpiente del paraíso que hablaban.

Aprovecho esta parábola o cuento sobre la luna y el sol para hacer una reflexión.

Cuesta aceptar ser el último, y aceptar ser pequeño.

Y, sin embargo, Jesús, que no retiene su categoría de Dios, tomando la condición de esclavo, invita a los suyos a hacerse servidores de todos y ocupar el último puesto.

Las imágenes del sol y de la luna han sido empleadas para designar bien a Cristo y María, bien a Cristo y la Iglesia.

Las realidades implicadas en estos binomios no deben igualarse, so pena de desvirtuar la fe.

Tanto María como la Iglesia no existen en función de sí mismas, sino en función de Cristo.

María y la Iglesia deben contentarse con su papel de luna, sin pretender ser el sol.

Según esto, la Iglesia solo es digna de fe, no cuando habla de sí misma, no cuando defiende sus intereses, sino cuando habla del Dios revelado en Jesucristo y defiende los intereses de este Dios con modos que sean coherentes con el modo como Dios actuaba en Cristo:

“cuando le insultaban no devolvía el insulto, en su pasión no profería amenazas, al contrario, respondía con una bendición”.

Resulta lógica la pregunta de si nuestros contemporáneos perciben así a la Iglesia o, si más bien, ven en ella a una institución demasiado preocupada por sí misma.

Cuando hoy se dice que la Iglesia está en crisis, se piensa en problemas eclesiales, demasiado frecuentes en los últimos tiempos, en luchas de poder o en la conservación de supuestos o reales privilegios.

Pero el verdadero desafío con el que hoy debemos enfrentarnos los cristianos no son esos problemas domésticos, sino la búsqueda de una mejor vida evangélica y anunciar al Dios de Jesús de forma inteligible.

¿Lo conseguiremos?

Si lo conseguimos habremos desentrañado el misterio del tamaño de la luna.

 

El misterio del tamaño de la lunaLuciano García Medeiros

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Comentarios

1 Comentario

  1. MAITE SERRA

    Buena reflexión con el ejemplo del tamaño de la luna, para recordarnos la verdadera forma de seguir las enseñanzas de Jesus

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