Monseñor Cagliero. Parte tercera de “El futuro de Juan Cagliero”.
El Rector del Seminario Metropolitano, canónigo A. Vogliotti el 5 de noviembre de 1855 concedía al clérigo Cagliero que viviera con Don Bosco, frecuentando al mismo tiempo las clases del Seminario y dándole el fin de cada curso los correspondientes certificados de estudios para cumplir las disposiciones dadas por su Excma. Rvdma. el Señor Arzobispo en una circular publicada el 1 de septiembre de 1834.
Idénticos certificados se dieron también a los demás clérigos que vivían en el Oratorio.
San Juan Bosco, entretanto, teniendo siempre ante sí la visión de la paloma y de los salvajes, parece que confió el secreto a Don Alasonatti.
Este, encontrándose un día con Cagliero, le dijo:
—Tienes que hacerte muy bueno, porque Don Bosco asegura cosas muy notables relacionadas contigo.
Uno de vosotros llegará a ser Obispo
En el año de 1855, algunos clérigos y jóvenes rodeaban a San Juan Bosco que estaba sentado a la mesa y bromeaban hablando cada uno de su porvenir.
El Santo, quedándose un poco silencioso y adoptando una actitud pensativa y grave, como a veces solía, mirando a cada uno de sus alumnos, dijo:
—Uno de vosotros llegará a ser Obispo.
Esta profecía llenó a todos de admiración, y después añadió sonriendo:
—Pero Don Bosco será siempre sólo Don Bosco.
Al oír estas palabras todos comenzaron a reír, pues eran simples clérigos y no podían ni sospechar en quién se cumpliría tal predicción.
Ninguno de ellos pertenecía a una clase elevada de la sociedad, sino que, al contrario, pertenecían a una clase modesta, más bien pobre y la dignidad episcopal se elegía, al menos en aquellos tiempos, entre las personas de la nobleza, o al menos entre individuos de rara virtud e ingenio.
Por otra parte, la posición de San Juan Bosco y de su Instituto era entonces tan modesta que, humanamente hablando, parecía imposible que uno de sus alumnos fuese elegido para el Episcopado.
Tanto más que entonces no se tenía idea de las Misiones exteriores o extranjeras. Pero la misma improbabilidad de tal acontecimiento mantenía viva la predicción e incluso no faltó quien durante algún tiempo alimentó la idea de ser él el candidato.
Estaban presentes cuando San Juan Bosco dijo estas palabras los clérigos Turchi, Reviglio, Cagliero, Francesia, Anfossi y [Beato] Miguel Rúa.
Y estos mismos oyeron al siervo de Dios repetir:
—¿Quién iba a decir que uno de vosotros sería elegido Obispo?
El beso de Don Bosco
También repitió no pocas veces:
—¡Oh! Observemos a ver si Don Bosco se equivoca. Veo en medio de vosotros una mitra y no será una mitra sola. Pero aquí ya hay una.
Y los clérigos intentaban, bromeando con San Juan Bosco, adivinar quién de ellos, entonces simples clérigos, llegaría a ser Obispo.
El siervo de Dios, por su parte, sonreía y callaba. A veces pareció dejar entender algo de lo que había visto en la visión.
Narra Monseñor Cagliero: En los primeros años de mi sacerdocio me encontré con Don Bosco al pie de la escalera un tanto cansado.
Con amor filial y en tono de broma:
— Don Bosco, deme la mano —le dije—, ya verá cómo soy capaz de ayudarle a subir las escaleras.
Y él, paternalmente, me tendió su mano, pero al llegar al último tramo me doy cuenta de que intentaba besar mi mano derecha. Inmediatamente la retiré, pero no lo hice a tiempo.
Entonces le dije:
—¿Con esto ha pretendido humillarse o humillarme?
—Ni una cosa ni otra —me respondió—; el motivo lo sabrás a su tiempo.
En el 1883 ofrecía a Don Cagliero un indicio más claro; porque en el momento de partir para Francia, después de hacer su testamento y dar los recuerdos a cada uno de los miembros del Capítulo Superior, a Cagliero le entregaba una cajita sellada, diciéndole:
—Esto es para ti.
Y se marchó.
Algún tiempo después Don Cagliero se dejó llevar de la curiosidad y quiso ver el contenido de aquella cajita y he aquí que encontró en ella un precioso anillo.
La revelación de las dos visiones.
Finalmente, en octubre de 1884, habiendo sido elegido Don Cagliero Obispo titular de Magida, este le pidió a San Juan Bosco se dignase revelarle el secreto de treinta años atrás, cuando aseguraba que uno de sus clérigos llegaría a ser Obispo.
—Sí— le respondió, te lo diré la víspera de tu consagración.
Y en la víspera de aquel día el Santo paseando a solas con Monseñor Cagliero por su habitación, le dijo: ¿Recuerdas la grave enfermedad que padeciste cuando eras joven, al principio de tus estudios?
—Sí, señor, lo recuerdo —respondió Don Cagliero—, y recuerdo también que Vos acudisteis a administrarme los últimos sacramentos y no me los administró y me dijo que sanaría y que con mi breviario iría lejos, muy lejos, a trabajar en el sagrado ministerio sacerdotal… y.… no me dijo más.
Pues bien, escucha —prosiguió San Juan Bosco—.
Y le contó las dos visiones con todas sus particularidades y detalles.
Mons. Cagliero, después de haberlo oído todo, le pidió al Santo que narrase aquella misma noche, durante la cena, a los hermanos del Capítulo Superior, aquellas visiones.
Y como no sabía negarse, especialmente cuando lo que se le pedía redundaba en mayor gloria de Dios y bien de las almas, condescendió y contó delante del Capítulo las mismas cosas que acabamos de exponer.
Hemos escrito estas páginas —termina Don Lemoyne— aquella misma noche bajo el dictado de Mons. Cagliero.
(M. B. Tomo V, cap. XI, págs. 86-92)
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