El futuro de Juan Cagliero

Autor: Jesús Muñiz González
On 23 julio, 2025

El futuro de Juan Cagliero. Sueño 16. Año de 1854.

La Santísima Virgen dio una nueva prueba de su especial protección y de su maternal agrado por cuanto los alumnos del Oratorio habían hecho en favor de los apestados de Turín, otorgando la curación al joven Juan Cagliero, más tarde Eminentísimo Cardenal de la Santa Madre Iglesia.

«Mientras no existía ya esperanza alguna en los medios humanos —escribe Miguel Rúa— Don Bosco recomendó al enfermo que recurriese a la Virgen, anunciándole al mismo tiempo que sanaría, y yo me quedé asombrado al comprobar la realización de aquella profecía».

Vamos a exponer el hecho con todos sus pormenores:

La enfermedad de Cagliero

Un día, hacia fines del mes de agosto, Juan Cagliero, cansado por el trabajo realizado en la asistencia de los enfermos, al volver del lazareto a casa se sintió mal y hubo de acostarse.

Juan Bosco, que lo amaba como un padre, hizo que se le prodigasen todos los cuidados posibles para salvarlo de las terribles fiebres gástricas que padeció durante dos meses casi; pero todo fue inútil.

Dada la gravedad del mal, pocos días después de haber comenzado a guardar cama, Cagliero se confesó y recibió la Sagrada Comunión. Pero las fiebres fueron en aumento de tal manera, que en el término de un mes redujeron al enfermo a los extremos.

San Juan Bosco había anunciado en público que ninguno de sus hijos moriría de la epidemia reinante en la ciudad, con tal que todos sé mantuviesen en gracia de Dios.

Cagliero, que entonces contaba dieciséis años, confiaba plenamente en las palabras de San Juan Bosco; pero lo peor en su caso era que su enfermedad no provenía ni mucho menos del morbo asiático.

En el Oratorio todos estaban convencidos de que el paciente pasaría de un día a otro a la eternidad; el joven enfermo, entretanto, estaba tranquilo.

Dos célebres médicos de Turín, Galvano y Bellingeri, después de una consulta, declararon que se trataba de un caso desesperado y aconsejaron a San Juan Bosco que administrase al paciente los últimos sacramentos, pues probablemente no llegaría al día siguiente.

Entonces el clérigo Buzzetti advirtió a Cagliero del peligro en que se encontraba y le anunció que Don Bosco vendría para confesarlo, darle el Viático y administrarle la Extremaunción.

La visión de la paloma

El Santo no tardó en entrar en la habitación del enfermo con la intención de prepararle al gran paso; cuando, habiéndose detenido en el umbral de la puerta, vio ante sus ojos un maravilloso espectáculo:

Vio aparecer una hermosísima paloma, la cual, como un objeto luminoso, esparcía a su alrededor destellos de luz vivísima, de forma que toda la habitación estaba intensamente iluminada.

Llevaba en el pico una ramita de olivo y volaba una y otra vez alrededor de la habitación.

Cuando deteniendo el vuelo sobre el lecho del enfermo, tocó los labios del paciente con el ramito de olivo y después lo dejó caer sobre su cabeza. Y despidiendo una luz más viva aún, desapareció.

San Juan Bosco comprendió entonces que Cagliero no moriría, pues le quedaban que hacer muchas cosas para gloria de Dios; que la paz, simbolizada por aquel ramo de olivo, sería anunciada por su palabra; que el resplandor de la paloma significaba la plenitud de la gracia del Espíritu Santo que algún día lo investiría.

Desde aquel momento el Santo alimentó la idea confusa, pero firme, que perduró siempre en él, de que el joven Cagliero seria Obispo.

Y sin más, consideró como realizado aquel pronóstico cuando Cagliero partió por primera vez para América.

Al llegar San Juan Bosco al centro de la habitación, desaparecieron como por ensalmo las paredes y alrededor del lecho del enfermo vio una gran multitud de figuras extrañas de salvajes, que tenían la mirada fija en el paciente y que llenos de temor parecían pedirle socorro.

Dos hombres que sobresalían entre los demás, uno de aspecto fiero y negruzco y otro de color de bronce, de elevada estatura y porte guerrero, con cierto aspecto de bondad, estaban inclinados sobre el pequeño moribundo.

Aún no es tiempo de morir

San Juan Bosco comprendió más tarde que aquellas fisonomías correspondían a los salvajes de la Patagonia y de la Tierra del Fuego.

Estas dos visiones duraron breves instantes y ni el joven enfermo ni los allí presentes se dieron cuenta de nada.

San Juan Bosco, con su acostumbrada serenidad y su habitual sonrisa, se acercó al lecho lentamente, mientras Cagliero le preguntaba:

—¿Es acaso ésta mi última confesión?

—¿Por qué me haces esa pregunta?, —le replicó San Juan Bosco.

—Porqué deseo saber si he de morir.

San Juan Bosco se reconcentró un poco y le dijo:

—Dime, Juan ¿te gustaría ir ahora al Paraíso, o quieres mejor curar y esperar aún?

—Oh, mi querido Don Bosco—contestó Cagliero—, elijo lo que sea mejor para mí.

—Para ti sería ciertamente mejor el marcharte ahora mismo al Paraíso, dados tus pocos años. Pero no es ahora tiempo de ello; el Señor no quiere que mueras ahora.

Hay muchas cosas que hacer; sanarás y, según tu deseo de siempre, vestirás el hábito clerical…, llegarás a ser sacerdote, y después… después… — aquí San Juan Bosco dejó de hablar y quedó un tanto pensativo— y después… con tu breviario bajo el brazo tendrás que dar muchas vueltas… y tendrás que hacer llevar el breviario a otros muchos…. sí, tienes que hacer aún muchas cosas antes de morir… e irás lejos, muy lejos.

(Continúa en «La curación de Juan Cagliero»).

Sueño 16. Año de 1854

(M. B. Tomo III, págs. 86-92)

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