Los diez tipos de lengua viperina: son pecados muy comunes… y «los últimos que se superan»
¡El chismorreo es una peste más fea que el covid!,
dijo el Papa Francisco en el Ángelus del 6 de septiembre de 2020.
Más duro había sido dos años antes, en la audiencia general del 14 de noviembre de 2018, cuando comparó al chismoso con «un terrorista«, porque «con su lengua lanza la bomba y se va tranquilo, pero lo que dice, esa bomba lanzada, destruye la fama del prójimo».
En esta misma línea reflexionó en su blog Charles Pope, párroco en Washington, D.C., conferenciante y predicador de éxito en Estados Unidos.
«Algunos de los pecados más comunes que cometemos están relacionados con la palabra.
Con nuestra lengua podemos expandir el odio, alimentar el miedo y la malicia, difundir falsas informaciones, inducir a la tentación y al desánimo, enseñar el error y arruinar reputaciones.
¡Con un don capaz de hacer mucho bien, sin duda podemos hacer mucho daño!«
El autodominio de la lengua está entre los dones más raros y normalmente se consigue al final de la vida.
Aunque con la gracia de Dios se pueden vencer numerosos pecados, los asociados a la palabra suelen ser los últimos que se superan«.
Diez tipos de lengua que la Biblia rechaza
Monseñor Pope enumera diez tipos de lenguas, y propone para la meditación un texto de las Sagradas Escrituras referido expresamente a ella.
1 – La lengua mentirosa
que habla falsedades con la intención de engañar.
«El Señor detesta los labios mentirosos; le agrada, en cambio, el hombre sincero» (Prov 12, 22).
2 – La lengua aduladora
que exagera las buenas cualidades de otros para congraciarse con ellos… una forma de mentir.
«Extirpe el Señor los labios embusteros y la lengua fanfarrona» (Sal 12[11], 4).
3 – La lengua orgullosa
que, como dice el refrán, viene con las dos orejas cerradas.
La lengua orgullosa está demasiado segura y jactanciosa de lo que dice.
Quienes tienen la lengua orgullosa no se dejan corregir fácilmente y no saben valorar ni discernir sus comentarios.
«Extirpe el Señor los labios embusteros y la lengua fanfarrona de los que dicen: «La lengua es nuestra fuerza, nuestros labios nos defienden. ¿Quién será nuestro amo?»» (Sal 12[11], 4-5).
4 – La lengua incansable
que habla demasiado, en particular de aquello de lo que sabe poco.
«El exceso de palabras descubre al necio» (Ecles 5, 2).
5 – La lengua precipitada
que habla antes de lo debido, incluso antes de tener toda la información.
«Cuando lleves un asunto ante Dios, no tengas prisa en hablar ni tomes decisiones precipitadas. Dios está en el cielo y tú en la tierra: sean contadas tus palabras» (Ecles 5, 1).
«Que toda persona sea pronta para escuchar, lenta para hablar» (Sant 1, 19).
6 – La lengua murmuradora
que habla de los demás a sus espaldas y deshonra taimadamente el buen nombre de una persona.
Monseñor Pope recuerda la distinción entre dos pecados: la calumnia, que es mentir abiertamente sobre otra persona, y la detracción, que es resaltar innecesariamente los defectos de los demás para dañar su reputación.
«Viento del norte trae la lluvia; lengua embustera, rostro furioso» (Prov 25, 23).
7 – La lengua delatora
que difunde innecesariamente (a menudo de forme hiriente) información sobre otros.
Los chivatos difunden información personal sobre los demás que no debería compartirse.
«El chismoso descubre secretos, deja la compañía del charlatán» (Prov 20, 19).
«No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo» (Lev 19, 16).
8 – La lengua maldiciente
que desea el mal a los demás y que se condenen.
«Ya que amó la maldición, ¡recaiga sobre él!; despreció la bendición, ¡aléjese de él!» (Sal 109, 17).
9 – La lengua punzante
que habla con acritud y severidad innecesarias.
«Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina» (2 Tim 4, 2).
«No increpes al anciano, sino exhórtalo como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza» (1 Tim 5, 1-2).
10 – La lengua silente
que no habla cuando debería advertir a la gente del pecado, atraerles al Reino y anunciar la Verdad de Jesucristo.
«En nuestro tiempo», lamenta monseñor Pope, «los cristianos hemos asistido en silencio al triunfo del mal y de las malas conductas. Los profetas están para proclamar la Palabra de Dios «.
«Los guardianes están ciegos, no se dan cuenta de nada: perros mudos, incapaces de ladrar, vigías perezosos con ganas de dormir» (Is 56, 10).
* * *
Nuestras palabras disparan lo que no deberían y callan lo que deberían. ¡Qué lamentable es nuestra condición!,
concluye Pope, antes de invitar a leer, sobre todo, los libros sapienciales de la Biblia, y en particular los Proverbios, porque nos enseñan de numerosas formas la visión de Dios sobre este mal.
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