El peso de tu palabra

Autor: Isidro Lozano
On 4 julio, 2025

El peso de tu palabra. 24 de julio de 2016

En el principio existía la Palabra… (Juan 1,1)

La invención del lenguaje es el mayor descubrimiento del ser humano.

El hombre con la palabra dominó el mundo y los avances fueron más rápidos y más sorprendentes cuando pudieron ser codificados en palabras.

Esta realidad nos lleva a otro hallazgo maravilloso que es la de la escritura.

Con la escritura, la palabra adquirió consistencia, persistencia y fuerza para percibir la música del silencio.

Sin duda, la palabra necesaria es el gran invento; pero las palabras se pueden convertir en un riesgo, en un atentado cuando, pronunciadas, no sirven para nada.

Es aquello de encerrarnos en el hablar por hablar; es lo que sucede cuando alguien habla y todos callan porque se sienten molestos o por no molestar.

Si uno se apropia de la palabra, los demás contestan sabiamente con su silencio.

Porque la palabra es comunicación, diálogo…, y las palabras del monólogo originan silencios interminables.

Ante lo que se dice caben diversas opciones.

Hay personas que hablan como quien vive lo que dicen y el que las pronuncia se convierte en un testigo.

Hay palabras que se dicen como quien sabe, y el que las emite es, o puede ser, un maestro; también hay palabras que brotan del que habla por no callar y el que las pronuncia se convierte en un charlatán…

Las palabras incomunicantes

Manadas de palabras un día y otro, a una hora y a la siguiente.., para no decir nada o para inventar o para señalar lo que se debe hacer y que nunca se hará, porque una cosa es predicar y otra dar trigo…

Convendría recordar que la palabra, cuando no lleva a la acción, es un síntoma del vacío que llena la vida del que la pronuncia.

Pues a lo que voy. Conozco un interlocutor que se ha apropiado la palabra.

Habla y habla y habla… y nunca lo dicho fue tan incoherente con la realidad.

Tengo la sensación al oír contar hechos que hemos convivido y compadecido que, al ser narrados por él, llego a la conclusión de haber vivido algo tan distinto a lo que se cuenta que mi historia es otra…

Y como no merece la pena llevarle la contraria, ni serviría de nada…, he decido callar.

¡Un silencio inteligente y desenmascarador de tanta palabrería!

Alguna vez sus palabras me suenan a campana que repite y repite su tañido; otras me parecen la cansina voz de la cigarra que rasga y rasga mi cabeza como una motosierra del decir…

Así pues, me he decido ignorar ciertas palabras, a  la vez que me niego a ser interlocutor en este diálogo monocorde, donde lo más inteligente es un largo silencio, hasta que la palabra vuelva a ser, como al principio, el más inteligente medio de comunicación.

El tiempo regala su peso a cada palabra, por eso nunca creí que fueran tan pesadas las palabras vacías.

¡Qué alivio constatar que un día la Palabra se hizo carne!

Isidro Lozano.

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