Mayo de 2021. A mis hermanos salesianos y a todos los miembros de nuestra Familia Salesiana
Las Memorias del Oratorio recogen las peripecias vividas por Don Bosco y sus muchachos durante esos años del denominado Oratorio itinerante.
Podemos quedarnos en la épica de la narrativa y soslayar el sufrimiento y la incertidumbre que los continuos reveses sufridos, generaron en Don Bosco.
El punto culminante de aquella situación de tensión lo narra él mismo, poco antes de la llegada al cobertizo Pinardi:
«Collobo, pero todos conocían más preocupaciones que espinas.
Al atardecer de aquel dia, contemplaba la multitud de niños que jugaban, considerando la copiosa mies que iba madurando para el sagrado ministerio; mientras permanecía solo, falto de operarios, sin fuerzas, en un estado de salud deplorable y sin saber donde reuniria en lo sucesivo a mis muchachos.
Me retiré o un lado, paseando o solas, y por primera vez quizá, me conmoví hasta las lágrimas».
En ese contexto jalonado de dlficultades, incomprensiones, expulsiones que impedían el curso normal de las actividades, se situa el conocido sermón de las coles, que el teólogo Borel pronunció en 1845 a la llegada a San Martín de los Molinos:
«Las coles, queridos jóvenes, si no se trasplantan no se hacen grandes y hermosas. Digamos lo mismo de nuestro Oratorio. Hasta ahora ha ido pasando de sitio en sitio, pero en cada lugar que estuvo, logró siempre un notable incremento, ayudando no poco a los jóvenes que lo han frecuentado».
Durante este curso, más de uno puede haber experimentado esos sentimientos de impotencia expresados por Don Bosco.
La situación que aún estamos viviendo en nuestras casas, más que a coles que se trasplantan, se ha parecido a un tiempo de barbecho, en el que el campo salesiano ha quedado sin siembra de muchas de las actividades que expresan nuestra pedagogía y nuestra manera de relacionarnos con los jóvenes.
La lectura creyente de las dificultades que Don Bosco nos regaló en las Memorias del Oratario puede venir en nuestra ayuda para no ceder al desánimo, al desencanto o al abandono de la misión.
Para dar sentido a tantos problemas y a crecer como coles trasplantadas, Don Bosco apeló permanentemente a vivir con confianza plena en Dios y a trabajar con creatividad y fidelidad a la vocación recibida.
Los problemas cambian según sean las circunstancias que vivimos, pero las claves de lectura, siguen siendo las que Don Bosco nos regaló a sus hijos.
Por eso, este tiempo de un cierto barbecho también puede convertirse en una oportunidad para la misión salesiana. Un tiempo para aprender a vivir de una manera mas sencilla, para ser más contemplativos, para cortar con las inercias y aprender a ir más despacio prestando atención a la pedagogía de las pequeñas metas y del cuidado de las personas.
En este inicio del mes de mayo, escuchamos de nuevo la invitacidn que María nos hace a ser humildes, fuertes y robustos.
Ella sigue indicándonos el campo de trabajo para ser con nuestra vida sembradores de fe y de esperanza, de acogida incondicional a los jóvenes, de relaciones auténticas que, en un mundo dividido, acercan a las personas al Dios del amor y de la paz.
Tal vez en este año, alguna vez nos hemos conmovido como Don Bosco hasta las lágrimas.
No es mala señal, porque solo a quien ama, le duelen de verdad las cosas que vivimos.
Alentados por su confianza en Dios, sigamos sembrando el campo encomendado a la misión salesiana.
Lejos de lamentarnos por lo que no es posible, vivamos con la esperanza de lo que aún está por hacer.
Un fuerte abrazo
lnspector SSM
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